7.08.2013

Un pequeño antojo.

   Un maldito hombre le arrebató la esencia. Su amada. Su vida. No tuvo oportunidad de verla nunca más. Y aquello debía ser saldado. Lloró tanto como un hombre puede llorar por su mujer. Su corazón se arrugó y secó, se tornó negro. Venganza. Él no vio nada ni a nadie. Pero imaginó mil y una tortura para aquel maldito. Juró hacerlo sufrir tanto que suplicaría acabasen con su miserable y maldita vida de una vez por todas. Pero no lo haría. No lo haría hasta sentir haber cobrado lo que se le debía. Claro que, nunca, ¡nunca!, cobraría aquello que se le había arrebatado. Sólo acabando con su propia vida volvería a estar con ella. Pero él sabía que ella no hubiese deseado aquello.





   Hubo algo en aquel hombre que subió al colectivo. Algo que él supo. Él, de alguna manera, supo que aquel hombre que había subido había sido el hombre que le quitó todo lo que él tenía. Solo bastó una mirada. Una mirada que sostuvieron por menos que milésimas de segundos. Pero en ese tiempo vio todo. 
   A medio camino del colectivo el hombre sacó un arma. Amenazando a todos. Un robo. <<Un maldito y estúpido robo>>, pensó. <<Tu vida acabó aquel día, junto con la de mi amada>>.
   El hombre pasó junto a él apuntándolo con el arma. De alguna manera obtuvo la rapidez necesario para doblarle la mano hasta fracturarle la muñeca, y con los propios dedos del asaltante dispararle justo en la entrepierna. Se paró de un salto. Tomó el arma con sus propias manos y disparó una vez en cada rodilla. Pudo sentir como la bala salía del cañón. Pudo escuchar incluso como se rompía el hueso. Se le acercó al oído mientras gritaba.
   -Morirás hoy. Pero no sin antes sufrir.
   Se incorporó. Vio al hombre tendido, retorciéndose de dolor y gritando. Respiró hondo y lo pateó en la entrepierna. Se llenó de sangre. No le importó. Volvió a tomar aire. Revisó el cargador. Tres balas. <<Perfecto>>, pensó.
   Disparó dos a cada codo. Y mientras el hombre gemía y chillaba le disparó con la última bala en la garganta. 
   Desde su altura vio desangrarse al imbécil. ¿Lo culparían a él por tomar justicia por mano propia? <<Imbéciles>>, les dijo en un susurro. <<Debería de matarlos a ellos también>>. Pero no. Ése no era él. Te tiró el arma encima al hombre. No fue necesario pedir la parada. El bus yacía inmóvil en medio de la carretera. Se bajó, salpicado de sangre. Y se fue. 

7.01.2013

La mosca.

<<Más que besarnos, incluso más que desnudarnos y acostarnos, ella me tomó de la mano...



     Ella piensa que escribirle a alguien que está molesto contigo es difícil. Para mí, más difícil aún, es escribirle a alguien con quien tú estás molesto. Sólo los peores pensamientos acuden a tu imaginación. Se te ocurren mil y un maneras de desahogarte. Decirle todo de una buena vez. Pero con ella he aprendido que a veces es mejor guardarse las palabras. El único problema es que aún no sé cuando debo guardarlas y cuando no. 
     Soy de sentimientos débiles. Y me refiero a que los tengo en flor de piel. No soy muy bueno para ocultarlos. Ni los buenos sentimientos, ni los malos. Soy de facciones expresivas. Ella estará de acuerdo conmigo. Feliz. Molesto. Preocupado. Ansioso, ¡ah! Las ansias. Mi enemiga. Bueno, si hablamos de enemigos, el peor es el pensar. Pensar más de la cuenta. Pensar en, resumiendo, malas cosas. 
     Me sentiría aliviado el saber que piensa. Me gustaría saber por qué a veces es tan poco dada para hacer las cosas. Me encantaría que me detallara que siente. Cada segundo. Me interrumpe el sueño sentir que no me cuentas todo por ser tan cerrada. Sólo quiero respuestas te su parte ¿acaso estoy pidiendo demasiado?
     Cualquier poeta me reclamaría que si no me basta el puro y sincero amor que ella me recita. Que cualquier molestia o espina son cosas de la vida. Que las soporte mientras duran y las olvide mientras pueda. Pero la verdad es que soy un hombre curioso. Muy curioso. Es de mi gusto encontrar respuestas.



...siendo un par de extraños. Eso es amor>>



La mosca que me pasó por la cabeza tenía bastante que decir, ¿no te parece?