8.10.2012

Inspiración.

Curioso es que un montón de palabras apiladas en un orden coherente, e incluso seductor, le hagan sentir correr la sangre por las arterias, desde el corazón a todo el cuerpo y de vuelta, mientras se imagina como sus propias palabras se forman en su cabeza. Uniéndose. Calzando. Como un rompe cabezas. Creyendo poder ser inspirador. 

Con recelo observa la hoja en blanco y el lápiz zumbante que sostiene a  su derecha que, como un soldado, está quieto esperando por una nueva orden. Piensa en la inspiración pero no llega a nutrirse de esta. Lo sabe. Sabe que hay un montón de ideas en su cabeza pero aún no encuentra la manera de llevarlas al carbón. Al papel. 

Se distrae y se olvida. El papel se torna amarillo y el carboncillo se debilita. Al igual que su poca inspiración. 

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